domingo, 3 de mayo de 2020

Cuando los hijos maduran.



Hoy les toca de nuevo a esos soles que la vida me ha regalado ser el objetivo de mis sentimientos traducidos a palabras escritas para que no se las lleve el viento. No soy mucho de poner el mi ni el mío delante de nada y mucho menos de personas por el sentimiento que provoca de separación o posesión, no sé a ustedes, pero a mi, cuando me dicen por ejemplo: “Vente a mi casa” o “Vente a casa” me resuena diferente, no sé porqué, si es susceptibilidad o soy rara, sí un poco lo soy, lo sé, pero también creo, que a través de nuestras expresiones verbales enseñamos mucho nuestro interior.

Pues como comencé este escrito, esos soles son tres, llegaron cada uno en su preciso momento y llenaron de risas y alegrías las casas donde habitábamos, que fueron muchas, ya lo creo, por motivos profesionales nos mudamos unas cuantas veces. Hoy en día son tres adultos de los que cualquier madre estaría orgullosa y yo no voy a ser menos, aunque la palabra orgullo también la estoy desechando por esa dosis que lleva implícita de cierta soberbia, así que mejor, estoy prendada de ellos. 

Este confinamiento ha sido tan esclarecedor de este sentimiento como si hubieran abierto una ventana al cielo y se pudiera ver lo que allí existe, la forma de afrontar esta anómala situación, su fortaleza, optimismo, trabajo, cariño, paciencia, alegría, solidaridad y esperanza en una nueva oportunidad para poder seguir o incluso cambiar si fuera necesario, sus caminos, me ha enseñado sus adentros como ninguna otra cosa. 

Soy consciente de que la situación va a ser difícil, pero da mucha tranquilidad saber cómo se reacciona ante la adversidad, lo que es importantísimo en el resultado de una educación, es en situaciones difíciles en donde verdaderamente se muestra la grandeza o bajeza de un ser humano, su humildad o su soberbia, es la actitud que se adopta ante catástrofes inesperadas, donde ves tu mundo derrumbarse, tus ilusiones apagadas, todo lo que creías seguro se te muestra tambaleante, pero tú sigues, perseveras y no te rindes, y lo haces no solo por ti sino porque en ello te va también la seguridad de los que te rodean...

Y eso es lo que he visto en esos tres soles, más claramente que nunca, son almas grandes que es lo máximo a lo que se puede esperar experimentar en esta vida y yo lo estoy viviendo observándolos a ellos. Una vez más constato mi agradecimiento a este presente y a aquel pasado en que llegaron a mis brazos por primera vez, les amo profundamente.