Asistió a un taller de Mindfulness guiada por sus ya experimentadas incursiones en dicho tema a través de la práctica de yoga. Fue como una aclaración que le llegó como por arte de magia. ¡Cada vez estaba más convencida de lo interesante de esa práctica, de lo esclarecedor que llega a ser tomar un ratito de cada día para adentrarte en tu ser, para ver pasar tus pensamientos , sin juzgar, sin corregir, solo observarlos y dejarlos ir... consciencia de sí mismo.
Una forma de descubrirse a sí mismo, de repente ves lo que no habías sabido en años, emociones retenidas, que al ser tan duras las reprimes y las sigues guardando creando un peso innecesario que hace que no puedas volar, ser libre, que influyen en tu vida y en la de los que te rodean. Emociones encerradas por miedo a enfrentarlas que van apareciendo a medida que haces espacio para conocerte mejor.
Esperar ese día de completa paz y bienestar que llegaría sin duda alguna después de hacer de la meditación un hábito, el tiempo de aceptación y de sabiduría, un estado de serenidad resultado de reconocer las diferentes emociones por las que atraviesa la vida de cualquier ser humano. ¿Sería posible llegar a tal estado de entendimiento, de tranquilidad y despreocupación?, ¿Cómo es posible que no hayamos aprendido a reconocer nuestras propias emociones?, ¿Porqué y cómo hemos aprendido sin embargo a ocultarlas, a ignorarlas?
O quizá solo le pasa a ella, cuántas equivocaciones, negaciones, cuántas alegrías desperdiciadas por no saber, por no conocerse, cuántos pensamientos equivocados que llevaron a decisiones igualmente erróneas por no esperar, por no tener paciencia para aceptar, para observar su interior. Actuar por inercia, normalmente es lo que se hace, claro, ya sabemos lo que tenemos que hacer, pero, realmente, ¿Nos hemos preguntado si es lo que sentimos?, es más, ¿Nos permitimos sentir o solo reaccionamos a una situación que nos supera?.
Ahí lo dejo.