Personas cuidando a personas. Normalmente la gente pregunta por el dependiente, el enfermo, el bebé, la abuelita, el viejecito. ¿Y cómo está tu madre?, ¿Y a tu esposa enferma cómo le va?, ¿Y el bebé come y duerme bien?...y así siempre, preguntamos y enviamos los mejores deseos a aquél que nos parece más débil, pero, ¿Qué pasa con la persona cuidadora?, ¿Qué siente ese ser que ahora ha tenido que dejar de lado sus propios intereses para dedicar gran parte de su tiempo a ese otro ser que le necesita?.
Pues pasa que se siente muy solo, que aparte de en muchos casos, estar recibiendo la ingratitud de quién no se da cuenta de su sacrificio, pues las personas salvo excepciones muy loables, cuando nos debilitamos tendemos a pensar solo en nosotros mismos, tampoco encuentra consuelo en las personas que le rodean. A no ser que se queje, entonces le tendrán pena y además muchos tratarán de evitarla para no oírla. Difícil situación.
Las personas en general, recibimos pocos halagos, pocas gratitudes. ¿Cuántas veces le decimos al profesor o profesora lo feliz que es nuestro hijo en su clase?, o al médico lo bien que nos hemos repuesto con sus prescripciones?, a los hijos lo orgullosos que estamos de ellos, a la pareja cómo nos alegra convivir con ella, a nuestros padres lo bien que lo han hecho, ¿Cuántas veces abrazamos realmente?, es más, apostaría que si llego a una reunión de amigos y doy un abrazo como es debido, más de uno se sentiría incómodo, haz la prueba.
Pero, qué pronto nos sale el exabrupto, la queja, la crítica, a la menor ocasión solemos saltar a defendernos de lo que creemos una falta hacia nuestra persona, a corregir al otro de lo que interpretamos como un fallo. Y así pasan los días, los meses, los años, la vida.
Hagamos un balance de los estímulos positivos y negativos que estamos recibiendo diariamente, incluyamos los noticiarios si los vemos, las redes sociales y todo el malestar que nosotros percibimos, pongámosle un número a cada situación y sumemos. Ahora hacemos lo mismo con las situaciones agradables, los halagos que hemos recibido, las muestras de cariño, de gratitud, de amor, los abrazos, los besos sentidos. Sumamos y hacemos la resta. Con sinceridad ¿Qué ha ganado?. Sin han sido los estímulos amorosos nos podemos felicitar.
Volviendo al principio, los cuidadores necesitan el doble de halagos y consideración, son personas que dedican su tiempo a los otros, olvidándose de sí mismas, renunciando conscientemente a su tiempo, con todo lo que ello conlleva. No digo que renuncien a su libertad, pues creo que uno siempre decide desde ella, pero la solidaridad y la dulzura que se les pueda transmitir nunca será demasiada.