viernes, 28 de agosto de 2020

La queja.

 



Cuando te vayas a quejar por algo, piensa primero si merece la pena que hagamos partícipe de nuestro malestar al que tenemos enfrente, si no puede hacer nada, solo escucharte, será decepcionante, se sentirá impotente por no poder ayudarte, triste por ti, también pregúntate si esa persona no tendrá quizás más motivos de queja que tú mismo, pero se lo guarda para ella por no importunar a los demás con sus propias percepciones de las circunstancias que le rodean, las que sean.

Muchas veces, la mayoría, nuestros malestares los creamos nosotros mismos, entonces, procuremos trabajar y gestionar mejor la forma en que sentimos, la forma en que pensamos. Una buena técnica es, cuando abro los ojos por la mañana, agradecer un día más, si además  ese día me siento rodeada de personas que me quieren, me puedo valer por mi misma para hacer lo que necesite, si tengo un techo, si me espera el cafecito y la tostada en la mesa, la sonrisa de un familiar o la vista de un nuevo día, una flor, un árbol... me estoy sintiendo privilegiada.

La queja solo trae tristeza e incertidumbre, para mi y para los que me rodean. Busquemos la alegría, una canción, un paseo, un libro o una llamada para compartir buenas noticias, no dejemos que la pena se apodere de los momentos presentes que son lo único que tenemos y que podemos perder en un segundo nosotros o los que nos rodean.

Lo único cierto es lo que vivo AHORA.