sábado, 13 de septiembre de 2014

Corta historia de una vida sin envidias.

De carencias, tristeza, desengaños, desconsuelo, trabajo y coraje, alguna idea tengo. 



Aquéllos que hoy en día proclaman a los cuatro vientos su lucha por el cambio junto, desgraciadamente más de una vez, a insultos y desprecios hacia los demás, me gustaría contarles una historia como tantas otras pueden haber en esta España y a lo largo del ancho mundo, una historia de trabajo, de fuerza y de coraje, ingredientes indispensables para salir adelante a pesar de las adversidades.

Ella nació en país lejano, de padres emigrantes, trabajadores en busca de una vida mejor, lo consiguieron, progresaron y llegaron hasta tener una casa en propiedad. Pero la añoranza venció a la sensatez y decidieron vender todo, dejar todo en aquel país y volver a España, años 60. Con el capital que traían se hicieron con una pequeña empresa que compraron a un hermano del padre, así estuvieron unos pocos años hasta comprobar que se habían equivocado, que no era fácil salir adelante siendo pequeño empresario en aquéllos tiempos. Así que de mutuo acuerdo decidieron que la mejor decisión era volver a emigrar...esta vez el padre marchó solo, con la promesa de volverse a encontrar con su familia una vez tuviera un trabajo que se lo permitiera. Nuestra protagonista se quedó en estas tierras, con su madre, con sus hermanos pequeños.

Pasaban los años y nunca llegaba ese añorado reencuentro, de hecho, nunca llegó. La madre, sola y con tres hijos, con una empresa en la bancarrota, sin poderes del esposo (En aquéllos tiempos no era como ahora, hasta para viajar necesitabas autorización del marido), con acreedores puntuales (Hermanos del marido ausente) pisándole los talones para que cancelase la deuda contraída por el marido/hermano...con todo esto tuvo el coraje de cambiar el tipo de empresa, lo que la llevó a tener cierto éxito económico para sacar sola adelante a su familia por cierto tiempo, porque como todos o algunos sabemos las empresas no duran marchando bien toda la vida, sino que tienen altibajos que muchas veces son mas bajos que altos, con lo cual la madre tenía que hacer frente a gastos de intereses por devolución de letras de cambio (¿Saben lo que es?), etc., nuestra protagonista, con solo doce años, era la confidente de aquella atribulada mujer, que, a pesar de todo, mantuvo siempre una alegría y un optimismo ejemplar, ah! a aquéllas alturas ya tenía el poder de su marido para hacer y deshacer, por cierto, porque es que si no, ni una letra habría podido firmar. Él ya había rehecho su vida y hasta se había casado convirtiéndose de esta manera en bígamo, ya que no estaba separado oficialmente de su primera mujer, pero parece que no importó demasiado este punto a los entes oficiales de su nuevo destino.

Pués con todo este bagaje en su alma y en su corazón, nuestra prota, con lo que había aprendido gracias a su avispada madre, (Inglés, secretariado, contabilidad) y sus ganas de ayudar, comenzó a trabajar a los 17 años, primero en una Cía. de Seguros, después en un Concesionario de automóviles, el sobre de su salario íntegro se lo entregaba a su madre a final de cada mes, para paliar así las deudas y demás gastos que se originaban en aquélla casa. Con todo esto y su juventud ella era feliz, se enamoró, no se casó, se volvió a enamorar...tuvo una hija, soltera, luchó con y por ella, trabajó duro, muy duro, porque tener un hijo sola no es cualquier cosa, pero siguió adelante, durante algunas etapas pidió ayuda a su madre a cambio de prácticamente todo su sueldo, pero lo que más le importaba era que su hija estuviera bien.

Encontró un hombre bueno, se casaron y tuvieron más hijos, trabajaron duro los dos, pudieron comprar una casa e incluso invertir en un par de apartamentos que pagaban a plazos para tener una ayuda en su vejez y que sus hijos lo tuvieran más fácil que ellos en el futuro. Esta mujer siguió ayudando a su madre, la cual, al no haber cotizado no tenía ningún tipo de pensión, hasta que consiguieron que le ayudaran con una no contributiva que no le alcanzaba ni para pagar un alquiler. Nunca dejaron de ocuparse de su madre ella y sus hermanos, como es natural, hasta su último día.

De lo más orgullosa que esta mujer se siente es de sus hijos, porque aprendieron: respeto, civismo, trabajo, perseverancia, humildad...aprendieron que ni el pobre ni el rico son malos por el mero hecho de ser una cosa o la otra, que es malo juzgar a la primera y sin saber. 

Es el trabajo y el esfuerzo lo que cambia las cosas, son las ganas y la motivación lo que cambia un país y eso se consigue haciendo cosas, no tanto proclamándolas.




2 comentarios:

  1. Un gran relato y una bonita historia llena de dificultades, pero como muy bien relatas, llena de empeño y trabajo para salir adelante en los avatares que a veces te pone la vida. Una gran mujer la madre y un buen ejemplo para sus descendientes.
    No sé donde te encontré, seguramente en otro blog, pero me alegro de haber pasado por aquí.
    Un abrazo.

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    1. Muchísimas gracias por tus palabras Elda. Tu blog me encanta, es genial cómo nos vamos encontrando por esta senda que es la vida los seres afines. Un abrazo.

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Gracias por tu visita.