Todos la admiraban por su gran abnegación, siempre dispuesta a ayudar, en su fuero interno ella también lo creía, estaba convencida de ser una persona sufrida y aunque se quejaba a veces, especialmente de él, su marido, un hombre egoísta que no la valoraba lo suficiente, sabía que ella era el sostén de aquella familia.
Un hombre, su esposo, que todos los días tenía que recibir con buena cara en su casa a su suegra, la cual no le tenía demasiada simpatía, criticaba todo lo que NO hacía, le reprochaba que vivía arrinconado en su sillón viendo la tele, que no jugaba con sus hijos, que no ayudaba a su mujer.
Él, en realidad, se consideraba mas bien poca cosa, lo que oía a todas horas...que si no era un padre amoroso, que si no ganaba suficiente dinero, que mira ella que buena madre, esposa e hija es, que tan eficiente en su trabajo, que todo lo hacía bien, que nadie hacía las cosas como ella y su madre de ella, que los niños estaban tan bien gracias a ellas...
Con el tiempo, su mujer también le ofreció a su hija cuidar de la nieta para que ella, su hija, fuera independiente trabajando fuera de casa sin tener que pagar a una niñera, pues, dónde iba a estar la niña mejor que con sus abuelos.
Así que como a la abuela le dolía la espalda y las rodillas, el abuelo la ayudaba en cogerla en brazos, bañarla y todo lo que suponía un peso excesivo para su mujer. De manera que ahora ya tenían las visitas de la bisabuela y la nietita.
Ellas, las abnegadas sufridoras, trabajaban con ahínco para mantener todo ese bienestar familiar, en realidad, él optó por acomodarse, por no imponerse...ya que ellas eran las que sabían todo mejor, se fue adaptando a ser eso, un hombre sentado en su sillón viendo la tele al que nadie, consideró abnegado.
Qué bien se encontraron "el hambre y las ganas de comer"! Mal destino para todos, un abrazo Maru!
ResponderEliminarPues podría verse así María Cristina, seguramente cada uno de nosotros se acompaña de lo que necesita. Un abrazo.
EliminarEl no querer ver la realidad y dejar que los demás lo hagan por ellos.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por tu comentario, la realidad a veces es tan cruda que mejor mirar a otro lado...Saludos.
EliminarEs cierto que una palabra amable tiene un largo recorrido. Yo mismo recuerdo algunas que me fueron dichas o llegaron a mis oídos hace muchos muchos años.
ResponderEliminarY también lo es que hay realidades "inamovibles". Por una u otra razón situaciones como las descritas se dan en ambientes familiares.
Dicho lo cual habría que reconocer, más allá de la realidad señalada en el texto, que a veces solemos crear guiones, propios y ajenos, que acaban cumpliéndose...
De todas formas, y en un sentido más amplio y profundo, la vida en sí es otra cosa.
¡Cómo bien sabes, María! :)))
Un abrazo.
Claro que creamos nuestros guiones nosotros mismos, consciente o inconscientemente, pero así es, lo triste es no verlo y corregirlo, vivir en la burbuja que creamos y nunca romperla para saber, cómo sería de otra forma nuestra vida. Un abrazo Ernesto.
EliminarLa palabra tiene gran poder.
ResponderEliminarDeberíamos de utilizarlas para avanzar en la dirección de la verdad y el amor.
Me pregunto: ¿y si "él" buscara una alternativa a su acomodo?...
De acuerdo con el guión al que alude Ernesto.
Un abrazo Mara.
Eso sería lo ideal, que él buscara la alternativa a su acomodo y que ellas lo comprendieran, pero es más complicado que eso... Un abrazo y gracias por pasarte por aquí Ángela.
EliminarEstá claro que el maltrato psicológico, no siempre lo sufren las mujeres.
ResponderEliminarBesos, siempre.
Simplemente, solo con ponerse en el lugar, por ejemplo, de la madre de él... Un abrazo.
EliminarEsa imagen la conozco yo y la conocen muchísimos hogares. A veces pienso que la mujer se jubila cuando ya deja de respirar para siempre...yo vivo solo así que tampoco me jubilaré porque estaré solo.
ResponderEliminarLo que me extraña es que siempre se ve el esfuerzo de la mujer. ¿No es abnegado asimismo el hombre que por no discutir ni entrar en conflicto se relega a sí mismo? Un abrazo.
Eliminar