miércoles, 17 de agosto de 2016

Ella no sabe montar en bicicleta.




Los miró extasiada, el padre, un hombre joven, unos cuarenta años, la niña, con su bici nueva trataba de mantener el equilibrio sobre las dos ruedas animada por el entusiasmo de aquel progenitor que la miraba con un inmenso amor, con la alegría desbordante de quien está experimentando un sentimiento de profundo cariño, festejaba los progresos de su hija como si se tratara de unas olimpiadas, la niña, feliz, lo había conseguido, ya sabía montar en bicicleta.

Pensó en su niñez, rota por los acontecimientos, ella no sabe montar en bici, él dejó pasar la oportunidad de enseñarle, dejó de vivir tantos momentos importantes con ella que ya ni siquiera podía imaginarlos. Antes de irse ella creía que era lo mas importante para él, pero un día triste fue consciente de que no era así. No le gustaba dejarse llevar por aquellos pensamientos de carencias, ya había superado hacía mucho tiempo, (Al menos así lo creía) aquella tristeza. Pero de repente, al ver esa escena tan tierna, evocó lo que hubiera sido su vida si él hubiera permanecido a su lado, velando por ella, mimándola, cuidándola, si no se hubiera ido, si hubiera continuado siendo su padre.

Ahora, en su vejez, pensaba todavía en él, la huella de un padre es indeleble, por ello, su ausencia nunca se borraría de su vida. Se quedaría con el desconsuelo de saber cómo habría sido ella, cómo sería su carácter y personalidad si él no la hubiera abandonado, se imaginaba más dulce, más confiada, menos suspicaz, quizá habría terminado una carrera...

Ahora su vida transcurría tranquila, en paz, no había sido en balde aquella pasada experiencia ya que de todo se aprende, seguramente, pensaba, he tenido una vida buena en compensación de los vacíos experimentados, el agradecimiento por tantas vivencias felices podía más, el perdón y la comprensión también eran sentimientos que había adoptado hacía ya mucho tiempo, sobre todo porque notaba que iban en su propio beneficio. Probablemente, su padre, a su manera, también la había ayudado.





4 comentarios:

  1. Saber elegir el perdon es de sabios
    Cariños

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    1. Así pienso yo también apreciada Abuela Ciber. Abrazos virtuales

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  2. Algunas veces no tomamos las buenas decisiones, pero siempre hay que darse cuenta y poderlo remediar como sea.
    Un abrazo.

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