Llegó, majestuosa, con aquella mirada dulce acompañando a su bella sonrisa. Berta, casi abalanzándose hacia ella, la increpó, le reprochó su laxitud con respecto a los chicos, claro, por su culpa ahora habían tenido aquel desastroso accidente. Ella la miró sin perder su elegancia y su amabilidad, cálmate, le dijo, estás muy nerviosa.
Se dirigió a su hija que la miraba de soslayo y con sentimiento de culpabilidad, pues el coche era nuevo, su madre se lo había prestado para pasear con su novio, él acababa de aprobar el Carné de conducir y se la habían pegado, en una bocacalle no había cedido el paso y había chocado primero con otro coche en el cuál viajaban tres chicos, uno de ellos había resultado herido leve, después, con los nervios, el hijo de Berta, se había empotrado contra el muro de la esquina de enfrente.
Ahora, pensaba ella, su madre tendría que acarrear con todas las responsabilidades puesto que el coche era suyo, no estaban económicamente muy boyantes las cuentas de la familia, preocupada, se abalanzó a los brazos de su madre que estaba en ese momento preocupándose por el estado del novio, le dijo que ella dejaría los estudios, que se pondría a trabajar inmediatamente para ayudar a sufragar los gastos que todo aquello supondría. La madre, siempre en calma, la serenó, le dijo que ya se arreglaría todo, que lo más importante era que los dos hubieran salido ilesos y que a los otros chicos tampoco les hubiera pasado nada grave.
Fue una lección moral que nunca olvidaría, su madre le demostró aquel día lo que es entereza, optimismo, bondad, comprensión, elegancia, belleza, generosidad y sobretodo, AMOR. ¡Qué privilegio ser hija de un ser tan excepcional!
Y qué bien esa hija por demostrar su arrepentimiento y valorar a esa madre! Un abrazo Maru, se te extrañaba!
ResponderEliminarComo se dice se paga la novatada, pero no siempre todos los padres e hijos reaccionan bien en tales circunstancias, un abrazo.
ResponderEliminarMaravillosas palabras tiernas sinceras auténticas...Me ha encantado leerte
ResponderEliminarGracias por compartir tu magia
¿Y quién es ella?...
ResponderEliminarAbrazos María.
Y además de todo lo que su madre demostró, creo que vive en una percepción más profunda con respecto a lo que ocurre a su alrededor.
ResponderEliminarLiberada de culpa y del sentimiento de culpabilidad.
Es también mi percepción.
Un abrazo Maru y feliz finde.
Ya veo que mi pregunta se ha quedado sin "respuesta"... Y ello es porque en tus relatos, casi todos, la protagonista se hace presente... ¡tan real ella! :)))))
ResponderEliminarGran abrazo María. Siempre un placer!
Ernesto, qué te voy a contestar que tú no intuyas? Jajajajaja, abrazos amigo del alma.
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ResponderEliminarUn ser muy especial. Pero creo al ver que no había nada grave en los jóvenes, ni de un lado ni del otro, seguramente respiró tranquila. Fue una lección para su hija y un alivio para ella. El coche se puede arreglar, una vida no tiene retorno.
Me gustó.
mariarosa
Lo que no tiene arreglo es vivir sin amor. El problema del coche si nadie ha salido dañado es lo de menos.
ResponderEliminarMe siento muy identificada con esta madre de tu bello relato, porque en mí siempre prima el corazón, y lo material es lo de menos.
La hija tiene a quien parecerse, pues no escurre el bulto y asume su parte con generosidad.
Un beso, Maru, ando de nuevo conectada.